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Matame

Et tu connais la caresse ou fait revivre les morts!

Et tu connais la caresse ou fait revivre les morts!

 

Canción de siesta
—De Las flores del mal de Charles Baudelaire—

Aunque tus malignas cejas
Te den un aire inquietante,
Que no es de un ángel sin duda,
Bruja de atrayentes ojos,

Te adoro, oh frívola mía,
¡Oh mi terrible pasión!
Con la devoción profunda
Del sacerdote por su ídolo.

El desierto y la floresta
Aroman tus rudas trenzas;
Tu frente, la actitud guarda
Del secreto y del enigma.

Vaga en torno a ti el perfume
Cual si un incensario fueses;
Hechizas como la noche,
Ninfa tenebrosa y cálida.

¡Ah! Los tósigos más fuertes
No igualan tu indolencia,
Tú conoces las caricias
Que a los muertos resucitan.

Se enamoran tus caderas
De tus senos y tu espalda,
Y encantas a los cojines
Con tus lánguidas posturas.

De pronto, para calmar
Tu frenesí misterioso,
Prodigas, con gravedad,
La mordedura y el beso;

Me desgarras, bruna mía,
Con esa risa burlona,
Y en mi corazón, después,
Posas tus ojos lunares.

Bajo tu chapín de raso
Y bajo tus pies de seda,
Pongo toda mi alegría
Y mi genio y mi destino.

Mi alma por ti sanada,
¡Por ti, color y luz mía!
Paroxismo de calor
En esa oscura Siberia.

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