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Matame

Sumire...

“A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada.”

 

“Y este amor me conducirá a algún sitio. No puedo impedir que esta fuerte corriente me arrastre. Ya no tengo elección. Tal vez me lleve a un mundo especial que jamás he conocido. A un lugar lleno de peligros, quizá. Donde se esconda algo que me inflija una herida profunda, mortal. Tal vez pierda todo lo que poseo. Pero ya no puedo volver atrás. Sólo puedo abandonarme a la corriente que discurre ante mis ojos. Aunque me consuma entre las llamas, aunque desaparezca para siempre.”

 

 

 

Llámala Sumire, llámala… como tú prefieras.

 

(El texto no es mío. Obvio. Es de Murakami, de Sputnik, mi amor)

 

 

 

1 comentario

Sr. Goetzi -

Sumire, pequeña. Cómo envidio tus veintidós años y esa primavera del despertar a la furia, a la sangre y el fuego…
Yo casi no recuerdo, hace tanto tiempo ya...
Pero me basta con morder tu carne para revivir esos tiempos. Y me siento de nuevo libre y poderoso, como si siglos y siglos de aburrimiento y hastío no hubiesen encorvado mi espalda, como si aun fuese posible la salvación.
Sumire, hermosa. Deja que me alimente de ti, por favor. No te escapes. Todavía no.